La cara humana de la inmigración (parte 8 - final)
La oí hablando con su marido por teléfono, pidiéndole que fuera a Wal-Mart y que le comprara una playera, un par de calzones y un par de pantalones. Los tutores habían tomado toda su ropa cuando fue admitida al en el hospital, y estaba vestida con nada más de que una bata, abierta de por la parte de atrás, sin ropa interior. Le di a la enfermera veinte dólares y sugerí que también le comprara un sostén deportivo y unas latas de néctares de fruta, como mango, durazno, o pera. Le dije que mi ex-mujer, una latina, me había dicho que, de niña, su madre y su abuela siempre le habían dado eso cuando estaba enferma. Al principio la enfermera rechazó aceptar el billete, pero me dijo, "Es seguro que todo esto cuesta más que de veinte, probablemente alrededor de cuarenta. Solo quiero pagar la mitad. Y además, yo gano más que usted."
Azucena me había dicho que le gustaba leer. Entonces, imprimí las primeras cincuenta páginas de "Verónica decide morir"* por de Paulo Coehlo. Coelho escribe en palabras sencillas y esta obra se enfrenta aborda el tema de la depresión y el suicidio con honestidad. Volví en a su cuarto y le dí las páginas. Ella sonrío.
"Oh, gracias, ya leí 'El Alquimista".
Me despedí de ella. "Pues, buena suerte, Azucena. Espero que tu vida vaya a mejorar, pero tú sabes que nunca va a estar ser fácil. Adiós."
"Gracias por todo, doctor."
En realidad, no hice mucho por Azucena, excepto seguir la regla de oro, para tratar a los otros como quisieras que te traten a tí. No soy político, y no sé como resolver los problemas de inmigración. Pero para mí las elecciones que hicieron Azucena y su padre, las que los trajeron a los Estados Unidos, son totalmente entendibles, y estoy seguro que en sus circunstancias muchos de mis paisanos hubieran hecho lo mismo. Ella no es una delincuente, es una niña lastimada y asustada, y merece nuestro respeto y nuestra ayuda, como cualquier otro ser humano.
*http://llevatetodo.com/book/1002.pdf
La cara humana de la inmigración (parte 8 - final)
La oí hablando con su marido por teléfono, pidiéndole que fuera a Wal-Mart y que le comprara una playera, un par de calzones y un par de pantalones. Los tutores habían tomado toda su ropa cuando fue admitida en el al hospital , y estaba vestida con nada más con de una bata , abierta por de atrás , y sin ropa interior. Le di a la enfermera veinte dólares y sugerí que también le comprara un sostén deportivo y unas latas de néctares de fruta, como mango, durazno, o pera. Le dije que mi ex-mujer, una latina, me había dicho que, de niña, su madre y su abuela siempre le habían dado eso cuando estaba enferma. Al principio la enfermera rechazó aceptar el billete, pero le dije, "Es seguro que todo esto cuesta más que veinte, probablemente alrededor de cuarenta. Solo quiero pagar la mitad. Y además, yo gano más que usted."
Azucena me había dicho que le gustaba leer. Entonces, imprimí las primeras cincuenta páginas de "Veronika decide morir"* de por Paolo Coehlo. Coelho escribe en palabras sencillas y esta obra se enfrenta el tema de la depresión y suicidio con honestidad. Volví a en su cuarto y le dí las páginas. Ella sonrío.
"O, gracias, ya leí 'El Alquimista".
Me despedí. "Pues, buena suerte, Azucena. Espero que tu vida mejore va a mejorar, pero tú sabes que nunca va a ser estar facil. Adios."
"Gracias por todo, doctor."
En realidad, no hice mucho por Azucena, excepto seguir la regla de oro, para trata r a los otros como quisieras que te traten a tí. No soy político , y no sé como resolver los problemas de inmigración. Pero para mí, las elecciones que hicieron Azucena y su padre, las mismas que los trajeron a los Estados Unidos, son totalmente entendibles , y estoy seguro que en sus circunstancias, muchos de mis paisanos hubieran hecho lo mismo. Ella no es un delincuente, es una niña lastimada y asustada, y merece nuestro respeto y nuestra ayuda, como cualquier otro ser humano.
*http://llevatetodo.com/book/1002.pdf