El día en que aprendí a flotar Me tomó veintinueve años y algunos tragos de agua, pero finalmente aprendí a flotar. Y lo aprendí en el mar del Caribe, en una playa que nunca habría visitado si no fuer

Danilo

El día en que aprendí a flotar Me tomó veintinueve años y algunos tragos de agua, pero finalmente aprendí a flotar. Y lo aprendí en el mar del Caribe, en una playa que nunca habría visitado si no fuera por ella. Ella siempre; ella otra vez. Ayer casi me ahogué en el cenote de Ik-Kil, otro lugar que nunca pensé visitar y donde seguro no imaginaba que casi me iba a morir. Todos la estaban disfrutando, acostados, flotando como si el agua fuera una hamaca. Lo que para ellos era un oasis, para mi era una trampa mortal. Me moví demasiado, me cansé en pocos minutos y tuve que agarrarme a las escaleras de madera para no seguir tragando el agua llena del sudor (y tal vez no solo el sudor) de los turistas. Enfrentándose con la idea de volverse viuda a los 28, ella decidió enseñarme a flotar el día siguiente. No me costó tanto trabajo aprenderlo: nada más aviéntate en el agua, llenas tus pulmones y recuéstate como si estuvieras en una cama. Lo que me faltaba era el valor para aventarme, para meter mitad de mi cabeza en el agua sin miedo de hundir. En el mar de Isla Mujeres, lo logré gracias a ella, a su sonrisa y su manera de decirme que todo estaría bien. Ella otra vez. Siempre ella. Soy mucho mejor con la teoría que con la práctica. Sé como hacer muchas cosas en la vida, o por lo menos creo saberlo. Pero me faltan las ganas de aventarme, de entregarme a la corriente sin miedo de tragar un poco de agua. Pasé años creyéndome capaz de grandes hechos, sin moverme para volver mis sueños en realidad. Pero tuve la suerte de encontrarme con ella, y el valor para decirle que la amaba. Dejé que la corriente me llevara y no tuve miedo de ahogarme, y ella me trajo a donde estoy ahora. Hoy, después de veintinueve años de intentos malogrados, ella me enseñó a flotar. Hay tantos sueños para perseguir, tantos planes para poner en práctica. El miedo que me paralizaba y me hundía se volvió en curiosidad que me hace flotar. ¿En que otras corrientes me meteré gracias a ella?

Sep 4, 2015 6:07 PM

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El día en que aprendí a flotar

Me tomó (también puedes decir "me llevó", es más habitual) veintinueve años y algunos tragos de agua, pero finalmente aprendí a flotar. Y lo aprendí en el mar del Caribe, en una playa que nunca habría visitado si no fuera por ella. Ella siempre; ella otra vez.

Ayer casi me ahogué en el cenote de Ik-Kil, otro lugar que nunca pensé visitar y donde seguro no imaginaba que casi me iba a morir. Todos la estaban disfrutando, acostados, flotando como si el agua fuera una hamaca.

Lo que para ellos era un oasis, para mi era una trampa mortal. Me moví demasiado, me cansé en pocos minutos y tuve que agarrarme a las escaleras de madera para no seguir tragando el agua llena del sudor (y tal vez no solo el sudor) de los turistas.

Enfrentándose con la idea de volverse viuda a los 28, ella decidió enseñarme a flotar el día siguiente. No me costó tanto trabajo aprenderlo: nada más aviéntate (túmbate) en el agua, llenas (llena es el imperativo, llenas el presente) tus pulmones y recuéstate como si estuvieras en una cama. Lo que me faltaba era el valor para aventarme (tumbarme), para meter (la) mitad de mi cabeza en el agua sin miedo de hundir. En el mar de Isla Mujeres, lo logré gracias a ella, a su sonrisa y su manera de decirme que todo estaría bien. Ella otra vez. Siempre ella.

Soy mucho mejor con la teoría que con la práctica. Sé como hacer muchas cosas en la vida, o por lo menos creo saberlo. Pero me faltan las ganas de aventarme, de entregarme a la corriente sin miedo de tragar un poco de agua.

Pasé años creyéndome capaz de grandes hechos, sin moverme para volver (es correcto pero es mejor "convertir") mis sueños en realidad. Pero tuve la suerte de encontrarme con ella, y el valor para decirle que la amaba. Dejé que la corriente me llevara y no tuve miedo de ahogarme, y ella me trajo a donde estoy ahora.

Hoy, después de veintinueve años de intentos malogrados, ella me enseñó a flotar. Hay tantos sueños para perseguir, tantos planes para poner en práctica. El miedo que me paralizaba y me hundía se volvió (es correcto pero es mejor "se convirtió") en curiosidad que me hace ("hizo", es algo que ocurrió en el pasado) flotar. ¿En que otras corrientes me meteré gracias a ella?