Ciudad frente a pueblo Cuando tenía veinte y pico años vivía en Londres. ¡Qué guay!,
cada viernes, después del trabajo, todo el mundo iba al bar, y, de vez en cuando,
visitaba un museo o una galería de arte. No tenía coche, pero estaba muy contenta. Después me fui a otra
ciudad, Adelaide, en Australia. Echo de menos muchas cosas de allí, sobre todo el
mar. Ahora vivo en un pueblo pequeño. Las desventajas de vivir aquí son que no tenga la atmósfera
efervescente, ni tampoco hay tiendas y restaurantes interesantes. Por ejemplo,
a mi hijo le gusta bastante la comida japonesa, pero para comer sushi tenemos
que conducir una hora hasta la ciudad. Las ventajas son que es tranquilo, se puede andar
por la calle en paz y hay más espacio; en mi caso tengo un jardín donde es posible plantar
verduras. En definitiva, para mí, el mejor sitio es el campo. Me encanta correr y aquí
hay un montón de senderos lejos de las carreteras ruidosas. Me siento más viva
corriendo en un paisaje un poco salvaje.