- Mosén Millán:
· Físicamente: Sentado en un sillón de la sacristía, con la cabeza apoyada en el muro, con los codos en los brazos del sillón y las manos cruzadas sobre la casulla negra bordada de oro, rezaba, a la vez que recordaba la vida de Paco el del Molino. No habría los ojos para evitar tener que hablar con don Valeriano, don Gumersindo y don Cástulo. Parecía fatigado cuando llegó don Gumersindo.
· Psicológicamente: Quería a Paco como si fuese su hijo, pero no lo demostró, pues revelo a los señoritos el escondite de Paco, aunque había prometido no decírselo, y lo mataron. Sintió que se liberaba cuando dijo lo del escondite al centurión. Le molestaba la risa de Paco, ya de mayor. No le gustaban los amuletos que solía poner la Jerónima en la cuna de los bebés. Se codeaba con gente rica y cuando iba a las cuevas siempre tenía prisa por salir de las casas de la gente pobre. No se fiaba del zapatero. Al sentirse culpable de la muerte de Paco, no quiso que nadie le pagara la misa por él. Le afectó mucho la noticia de que el rey había huido de España. Cuando vio a Paco en las tapias del cementerio, tras delatar su escondite y decirle que tendría juicio, sintió un gran desaliento. Tras las grandes ocasiones, por ejemplo tras las elecciones republicanas y tras la muerte de Paco, se refugiaba en su casa y no salía sino para decir misa. Aunque se sentía culpable de la muerte de Paco, se consolaba pensando que había vivido dentro de los ámbitos de la Iglesia, porque él mismo le había administrado todos los sacramentos.