Durante mis vacaciones en Perú, me quedé dos noches en una isla flotante. Las islas flotantes del lago Titicaca, que se ubica en el departamento de Puno, son islas artificiales hechas de cañas. En ellas vive el pueblo Uros, que habla una lengua indígena de la región. La gente Uros de Titicaca hacen tapices muy bonitos y artesanías, también, para vender a los que visitan las islas. OJO: Las islas no tienen ningún cajero automático, así que hay que traer efectivo. Al llegar, mi novia y yo solo teníamos nuestras tarjetas de crédito, entonces tuvimos que pedir al guía que nos prestara dinero. Sentí tanta vergüenza... Aprovechamos la oportunidad para quedarnos en una casita que le pertenecía a un muy amigable hombre Uros que se llamaba Joel. Era uno de los anfitriones más hospitalarios que había conocido en toda mi vida. A pesar del hecho que un familiar suyo se había muerto la noche anterior antes de nuestra llegada, nos trató muy bien e hizo todo lo posible para darnos una experiencia para disfrutar. Con mayor razón, nos sentíamos muy mal por él y por eso le dejamos dinero de sobra. Pasamos tiempo con su familia, en particular con su hijo, quien no habló español muy bien, ya que su idioma nativo era el Aymara, del que nos enseñaron unas palabras como “kamisaraki” (hola) y “waliki” (bueno). La vista desde nuestra cabaña era sumamente increíble por la que podíamos ver todo el lago y las montañas altas que lo rodeaban. Sin dudar, es uno de mis mejores recuerdos en el extranjero y tal vez me gustaría volver a visitar a Joel para ver como va todo.