En mi colegio, teníamos una semana especial a mediados del otoño. Fue la semana de “homecoming”, como se llama en los Estados Unidos, o la semana de bienvenida, como podría ser traducida en español. Esta semana, cada día tenía un tema para que pudiéramos disfrazarnos. Por ejemplo, teníamos “el día de superhéroes”, “el día de los mayores” (cuando se disfrazaba como anciano y a veces había algunos estudiantes con bastones, también) o “el día de las 70”, con disfraces extravagantes de la época de disco.
Un año en particular tuvimos “el día de los gemelos”. La idea fue disfrazarse con otra persona para parecer gemelos. Pues, para mí, fue una tarea fácil: ya tenía un hermano y además somos mellizos! Puesto que yo era buen estudiante y él era más macizo que yo, utilizamos unos disfraces sencillos. Se puso una camiseta blanca con la palabra “BRAINS” (“EL CEREBRO”) y me puse otra con la palabra “BRAWNS” (“LOS MÚSCULOS”).
Sin embargo, no paramos allí. En nuestra clase de francés, teníamos puestos fijos en el aula. Para engañar a la maestra, cambiamos de puesto: me senté en su silla y se sentó en la mía. ¿Y sabes qué? ¡No se dio cuenta la profesora! Todos nosotros reímos después de que revelamos nuestro engaño. ¡Lo gracioso que fue!