No hay placer más reconfortante que un buen tazón de ramen. Esa alquimia perfecta entre caldo humeante, fideos suaves y toppings que abrazan el alma. Me siento profundamente afortunada de poder conseguirlo en el Barrio Chino de Buenos Aires, donde cada visita es un viaje directo a la cultura asiática sin necesidad de pasaporte. Una delicia que me recuerda que a veces, la felicidad cabe en un bol. =)